El antiguo camino de Francia se acomodaba aquí formando un paso de fácil defensa que aprovechó Tiburcio Spannocchi, en 1592, para la construcción de una torre de vigilancia. Con sus gemelas de Ansó, Hecho, Santa Elena de Biescas y la Torre de los Baños de Benasque, formaba una barrera avanzada en prevención de posibles invasiones francesas.
Tenían la particularidad estas torres de estar situadas sobre el propio camino, que atravesaba bajo el edificio mediante pasadizo abovedado. De esta manera la guarnición podía cerrar la ruta en caso de necesidad.
Disponía de tres pisos de habitación, reservándose una habitación como capilla ocasional. Debido a su umbría ubicación, con escasas horas de sol incluso en verano, la estancia baja estaba dotada de una amplia chimenea.
En 1707 fue incendiada por guerrilleros partidarios del archiduque Carlos de Austria, provocando su abandono durante largo tiempo. Sin embargo, con motivo de la Guerra contra la Convención francesa (1793-95) se aprovecharon sus restos para la construcción de una batería artillera, cobrando nueva utilidad militar que resultó útil durante la posterior Guerra de la Independencia. Fue finalmente desmantelada en 1823 por el ejército francés que intervino en la invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis a favor de Fernando VII.
A partir de entonces quedó abandonada aunque perfectamente reconocibles sus ruinas, inmediatas a la carretera vieja.
En ese estado fue afectada por las obras de construcción de la cercana presa de producción eléctrica, hacia la década de 1960, que le ocasionaron graves desperfectos.
Los muros supervivientes quedaron ocultos por la vegetación y su recuerdo paulatinamente olvidado hasta su redescubrimiento en 1999. Desde entonces se ha inventariado como elemento patrimonial relacionado con el Camino de Santiago y se han realizado recientemente excavaciones arqueológicas.